Hemos hablado ya sobre cuidados y lo mucho que pesa esta carga para las mujeres, que desde hace relativamente poco se ha empezado a cuestionar que la sociedad las ubique como “cuidadoras por naturaleza”.

El cuidado es una de las tareas domésticas no remuneradas que históricamente ha recaído más sobre las mujeres y que además, en pandemia, ha aumentado significativamente haciéndolas retroceder en el mercado laboral, en su desarrollo académico y profesional y también en su participación política. 

En Uruguay, previo a la creación del Sistema de Cuidados, se empezó a discutir de qué manera era posible generar un cambio a través de las políticas públicas. En 2013, el Poder Ejecutivo envía un proyecto de ley para modificar el régimen de licencia maternal y paternal.

Se hacía necesario legislar para habilitar la posibilidad de que el cuidado fuera compartido entre madres y padres. Pero la medida no alcanzó. La habilitación a que el medio horario fuera utilizado por hombres o mujeres no fue tan requerida como se pensaba. 

El Grupo Sociología y Género de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de la República (Udelar), que integra Perrotta, hizo un estudio en 2007 para conocer las razones que explican el bajo uso por parte de los varones del medio horario para el cuidado de sus hijos.

Como explicaba Perrotta, en primera instancia este estudio determinó que las licencias en general son conocidas por la población y que luego de estas se hace uso de la licencia reglamentaria, “algo que muestra una demanda insatisfecha respecto al tiempo” ya que la “licencias reglamentarias no están hechas para cuidar, están hechas para el descanso del trabajador o la trabajadora, luego del año de trabajo”.

La ley prevé que la persona no pierda remuneración por usar el medio horario para cuidados, sin embargo para muchas personas la percepción es que acarrea costos debido a la desinformación pero también a la precariedad del mercado laboral en varios sectores: el Estado a través de esta ley cubre lo que la persona percibe como salario en base a lo aportado en BPS; si aporta por menos de lo que realmente cobra, una práctica ilegal de algunas empresas, efectivamente perderá ingresos.

Aun en los empleos donde las y los trabajadores están registrados en BPS y con sus aportes en regla, aparecen otros inconvenientes que desestimulan el usufructo de las licencias parentales. Por ejemplo, “la ley prevé que las empresas donde hay personas que hacen uso del medio horario pueden contratar un trabajador o trabajadora de reemplazo sin necesidad de despedirlo, es decir que pueden contratarlo para suplir ese trabajo; en un 70% de los casos no lo hicieron”. 

Según explica Perrotta, “las empresas y organizaciones no hacen uso de esta herramienta” y que “el 70% de las mujeres usaron el medio horario pero tuvieron la misma carga de trabajo en esa mitad de horas, o sea que no hay una buena gestión de esta herramienta”

El conocimiento y el uso de esta herramienta aumenta en los sectores de la sociedad con mayor nivel de ingresos y de trayectoria educativa. “El sector de la construcción y el agropecuario son los que menos hacen uso, sobre todo en sectores más masculinizados”, dice Perrotta y afirma que allí donde el Estado es el que debe controlar y hacer un seguimiento especial.  

La ley está y es mejorable. Pero, ¿Qué se puede hacer para mejorar la aplicación de la normativa vigente? ¿Qué podría hacerse desde el Estado, los empresarios y los sindicatos? Para Perrotta, “los sindicatos tienen un gran rol para cumplir así como las empresas” para que “los cuidados formen parte de las agendas sindicales y de las agendas de las organizaciones”. Porque el “trabajo de cuidados no queda de la puerta para afuera, los varones y las mujeres que tenemos niños, personas mayores o personas con discapacidad a cargo cargamos con ese trabajo mental en nuestro trabajos”.

Valentina Perrotta afirma que con la ley vigente, “Uruguay se perdió una oportunidad de establecer un tiempo para los varones” ya que los antecedentes en otros países indican que estos “tiempos familiares”, es decir que pueden ser tomados tanto por mujeres como por varones, no contribuyen necesariamente a ampliar el ejercicio de los cuidados por parte de estos.

“Desde nuestra concepción de los cuidados, el cuidado es un trabajo y como cualquier trabajo se aprende. Ese papá que queda al cuidado de su hijo todos los días tiene que aprender a hacerlo, tiene que aprender a interpretar lo que le pasa a ese bebé, a calmarlo, etc. al igual que aprenden las mujeres. Las mujeres no nacemos sabiendo cuidar sino que lo aprendemos, no hay nada biológicamente, ni el embarazo que haga que las mujeres seamos buenas cuidadoras de por sí; aprendemos a hacerlo. La forma de que los varones compartan los cuidados cuando son bebés y más grandes es que pasen por el trabajo de cuidados, es la experiencia de cuidar. Cuando esto pasa, como en los países nórdicos, también en Portugal y en Alemania está estudiado, esos padres ya no son ‘cuidadores secundarios’ que asisten a las madres, sino que son ‘cuidadores primarios’, que tienen su forma, que quizás es distinta a la de las madres pero es una forma válida de resolver las necesidades de sus hijos. No hay otra forma si no se quedan a cargo del cuidado solos”.