“Es una joya, estoy sorprendido, no sabía que tenían hecho lo que ya tienen hecho (…) el comienzo es de lo más alentador”, dijo Rodolfo Miguez Fuentes, magíster en educación universitaria y archivólogo de la Universidad de la República (Udelar), luego de la recorrida e intercambio a propósito del Archivo Histórico de AEBU, con la encargada de este proyecto, Andrea Moreni. 

Miguez resaltó que “no es común, aún una institución de tantas décadas como AEBU, tenga logrados estos pasos, al contrario, lo común en un país como el nuestro es que una institución de cien años pueda no tener la conciencia de un archivo histórico”. El conocimiento “crece en el mundo en base a muchos elementos y factores pero si uno tuviera que reducirlo a un mínimo tendría que decir que el almácigo de todo el conocimiento posible uno lo haya en las que se llaman unidades de información que son cuatro”, explicó Miguez. Estas unidades de información pueden dividirse en cuatro tipos: museos, bibliotecas, archivos y centros de documentación, según el tipo de documentos que tratan.

“Una biblioteca, la hermana melliza, por decir así, del archivo, siempre pienso que es un ente domesticado. Es parecido a un perro, a una gata, es algo que puede convivir conmigo y con tranquilidad entendernos bien; y es sencillo el vínculo, el afecto inmediato. En un archivo estamos delante de un ente salvaje. Absolutamente salvaje. Tan salvaje que no se puede aplicar un protocolo, como podría ser una fácil orientación, aceptada en el mundo entero, de cómo vamos a ordenar este espacio. Las bibliotecas todas se parecen. El archivo, excepto que todos usan cajas, en esencia no se parecen. El trabajo de organización de un archivo es tan particularmente único como las identidades. Por algo es lo que sostiene la identidad. Esa labor salvaje le compete a las archivólogas (que de hecho en Uruguay la archivología es mujer y se suelta el pelo, porque de cada 10 archivólogos, 8,2 son mujeres)”.